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Imágenes De La Revolución

Imágenes de la Revolución

Vicente Quiroga Juanes
Periodista
Académico de Número de la Academia Iberoamericana de La Rábida

 

Hace poco más de cuatro años escribía en estas páginas de Huelva Información sobre las mejores películas de la historia del cine para la izquierda, haciéndome eco de un artículo de António Santos para el Diário Liberade. Me sirve para establecer líneas de coincidencia o discrepancia en una recopilación de 35 títulos que me parecía bastante completa y documentada para compartir con los lectores. A mí nada me importa el cine que gusta a la izquierda o a la derecha. Desde criterios objetivos, me interesa el cine bien hecho siempre que exprese con inteligencia, imaginación y brillantez cualquier idea que puedo compartir o no. El autor confesaba que “el cine y el socialismo eran compañeros de clase a principios del siglo XX. A veces, en conjunto, creció, se enamoró, se lastimó, se desilusionó y continúa aprendiendo”. Reconocía que la lista es incompleta y tiene errores y añade que resulta “inevitablemente truncada y rescata la historia del cine con la mejor y más bella de las encarnaciones de los ideales de izquierda”.

Encabeza esta lista un título extraordinario: Novecento (1976), coproducción italofrancoalemana, dirigida por Bernardo Bertolucci. Con la excelente música de Ennio Morricone como fondo hay secuencias sublimes y enfrenta al socialismo con el fascismo. Echo de menos otro título imprescindible de Bertolucci, El conformista(1970), según la novela de Alberto Moravia. Entre otras inolvidables secuencias la de las niñas que venden violetas cantando La Internacional, resulta realmente inefable. Pero no puede extrañar el segundo puesto: Acorazado Potemkin (1925), de Sergei M. Eisenstein, para mí como para tantos, una de las mejores películas de la historia del cine. Un icono, un incunable, una auténtica cultmovie, que a sus noventa y dos años de vida sigue presentando una pujanza cinematográfica notable. La bandera icónica de la revolución soviética sigue siendo una inmarchitable obra maestra. En este mismo sentido, aunque situado en el número 10 de la lista, no dudaría en destacar Rojos (1981), de Warren Beatty. El actor nos dio una grata sorpresa con su versión del libro del periodista estadounidense John Reed, Diez días que estremecieron al mundo (1919), apasionante crónica de la Revolución de Octubre con sus contradicciones y su trascendencia histórica, que, según el propio Lenin: “Ayudará a esclarecer este fundamental problema del movimiento obrero universal”.

Acaba de cumplirse un siglo del inicio de la revolución bolchevique, una perturbación política que conmocionó el mundo e implantó la dictadura del proletariado en un país que hoy parece poco propicio a revueltas de cualquier tipo. Las producciones citadas, tan distantes en el tiempo y en el espacio, sugieren una apresurada y breve memoria de aquella cinematografía de vanguardia tan vinculada a la revolución que el propio Lenin exaltaba: “El cine es, para nosotros, la más importante de todas las artes”, propiciando su nacionalización. No sólo cobraba un nuevo lenguaje, una renovación estética, sino que lo revelaba como portavoz de un ideal político y su aproximación al pueblo. Y así surgen realizadores como Lev Kulechov y su discípulo Vsévolod Pudovkin, -“el héroe didáctico” – con notables innovaciones en el montaje e impagable su trilogía La madre (1926) , basada en la novela de Máximo Gorki; El fin de San Petesburgo (1927) y Tempestad sobre Asia (1928).

En este capítulo resultan relevantes también nombres como Grigory Kozintsev y su película La nueva Babilonia (1929) codirigida con Leonid Trauberg, ganador del Premio Stalin en 1941; el ucraniano Aleksandr Dovzhenko y su película La tierra(1930), el itinerario de una pequeña comunidad a través de temas básicos y eternos; Dziga Vertov, seudónimo de Denis Arkadievich Kaufman, y su “cine-ojo”, el gran revolucionario vanguardista del documental con un título tan significativo como ¡Adelante, soviet! (1926) y Serguei Yutkévich, que, tras imitar el slapstick del cine estadounidense realizó importantes films históricos y docudramas.

Pero singularmente importante en esta cinematografía icónica es el ya mencionado Eisenstein y su obra emblemática y memorable El acorazado Potemkin, además de La huelga general (1924) y Octubre (1928), títulos imprescindibles en esta antología resumida. Enfatizaba el montaje que fue decisivo para él. Decía: “El interés del montaje no reside en el hecho de ser una forma de producir efectos sino una forma de expresarse, de comunicar ideas”. El montaje, además de otros poderosos argumentos, se convirtió en la base y fundamento de la expresión cinematográfica de esta trascendental época de la iconografía fílmica rusa o soviética, como se decía entonces. Una filmografía esencialmente de agitación y propaganda sobre sólidas bases técnicas y artísticas. Fue un cine que se mostró siempre a favor del movimiento revolucionario aunque sus autores militaran en posiciones diferentes y sus relaciones con el poder no fueran siempre cordiales. Compartieron iguales intereses políticos. En la Rusia actual, cuando películas como Matilda, sobre un zar pecador, y La muerte de Stalin, a punto de ser prohibida, suscitan expectación y polémica, siguen apasionando tanto su pasado imperial como su centenaria Revolución de Octubre.

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