La gasolinera de Alejandro Herrero
FRANCISCO JAVIER VALLEJO OSORNO
Arquitecto. Academia Iberoamericana de La Rábida
L
a gasolinera de Campsa ha ejercido siempre en mí una especial fascinación, por lo que contaba mi padre sobre ella. Un día, siendo yo un chaval y paseando con él junto a la estación de servicio, comentó lo siguiente: “Me ha dicho Alejandro que las columnillas que parecen sostener las marquesinas en voladizo no eran necesarias, pero después de que las colocaran, Mariagus, su mujer, duerme más tranquila”.
Hace pocos años, mi querido amigo y añorado compañero de la Academia Iberoamericana de La Rábida, José María Franco, me confesó otra versión: “Don Alejandro me dijo a mí, en su día, que la misión de las columnas no era soportar el peso de las viseras sino la fuerza del viento”. Aquel encuentro con José María fue en 2011, con ocasión de las jornadas conmemorativas del centenario del nacimiento del arquitecto Alejandro Herrero Ayllón, en las que ambos participamos. Organizadas por la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Huelva -donde ejerció de arquitecto municipal desde 1940 hasta su marcha a Madrid en 1970- constituyeron un homenaje a su gran labor profesional.
En su trabajo desarrolló una personal e importante labor de investigación tanto en Arquitectura como -sobre todo- en Urbanismo, labor que fue muy reconocida en el panorama español de la posguerra. Sus estudios y obras sobre la vivienda social, unifamiliar y en bloque, han dejado en Huelva capital y en la provincia, muchos y variados ejemplos en los que se refleja su inquietud en crear viviendas adaptadas a los diferentes usuarios y en integrar el conjunto en la trama urbana de la ciudad. Se preocupó, además, por la creación de espacios libres comunes a escala humana, donde la vegetación, el mobiliario urbano y el color adquirían un significado propio. Ejemplos de ello en Huelva capital son, entre otros, la barriada de Guadalupe y los bloques de la Huerta Mena más próximos al desaparecido estadio Colombino. Pero su contribución más importante a nuestra ciudad fue la redacción del Plan General de Ordenación Urbana de Huelva de 1964, que sirvió de base para los posteriores desarrollos urbanísticos de la capital, cuyo eje principal constituye hoy en día la Avenida de Andalucía. Fue, en definitiva, un visionario que diseñó entonces lo que sería la Huelva del futuro, que hoy disfrutamos.
Les invito a que, algún día que paseen por la Avenida Federico Molina, entre el centro comercial y el Barrio Obrero, se detengan un momento a contemplar la gasolinera que proyectó y dirigió Alejandro Herrero (1955-1957). Personalmente, lo considero el mejor edificio contemporáneo de nuestra ciudad; el primero que fue incluido en el Catálogo General de Patrimonio Histórico del siglo XX, en la categoría de Inmuebles del Movimiento Moderno (Junta de Andalucía), así como en el Catálogo de Edificios Protegidos del Ayuntamiento de Huelva.
La arquitectura de la gasolinera se caracteriza por su sencillez, combinando la ligereza de las delgadas viseras con la potencia de la esbelta torre central. Concebido como un hito singular en la encrucijada de tres avenidas, adopta la forma de un trébol con tres marquesinas de suministro de combustible, accesibles desde cualquiera de dichas vías.
Llama la atención la curvatura invertida de las viseras en voladizo, reforzadas cada una de ellas en su parte superior por una viga central oculta, anclada al correspondiente vértice o esquina de la torre de planta triangular, que actúa de contrapeso equilibrando el edificio. La razón de esta curvatura es bastante sutil: esas losas tan finas si fueran planas resistirían mal la fuerza de succión de un viento fuerte atacando desde abajo, pero al estar curvadas hacia arriba aumentan considerablemente su capacidad de respuesta, por la misma razón (pero al revés) que las finas bóvedas de las iglesias soportan bien su propio peso y el de las cargas de la cubierta.
Les propongo un experimento: prueben a coger por dos de sus extremos una cartulina del tamaño de un folio, de frente y por encima de un ventilador a toda potencia; luego curven la cartulina con sus bordes hacia arriba sujetándola por los dos extremos, repitiendo la operación. Verán la diferencia… y la genialidad de Herrero: pura Matemática.